Cuando la abundancia no basta: Ortega y Gasset frente al hombre contemporáneo


Cuando la abundancia no basta: Ortega y Gasset frente al hombre contemporáneo


José Ortega y Gasset fue autor de una obra filosófica centrada en la relación entre el individuo y su circunstancia. Entre sus libros más influyentes se encuentran Meditaciones del Quijote (1914), donde introduce su idea de que "yo soy yo y mi circunstancia"; La rebelión de las masas (1930), un análisis del auge del conformismo y la mediocridad social; El tema de nuestro tiempo (1923), donde plantea el paso del racionalismo al perspectivismo; y Ideas y creencias (1940), donde profundiza en cómo las sociedades se estructuran a partir de marcos mentales compartidos.

Su pensamiento se caracteriza por el rigor conceptual, el análisis del presente y la defensa de una vida intelectual exigente y comprometida.



“Nunca el hombre tuvo tanto como ahora, pero nunca fue menos dueño de sí mismo.”
— José Ortega y Gasset

 


Esta frase de Ortega y Gasset es una observación crítica sobre la condición del individuo moderno. El filósofo no apunta al progreso material como un error, sino a su apropiación superficial por parte de personas que no se han formado ni responsabilizado para administrarlo. Ortega advertía que la civilización occidental había alcanzado logros impresionantes, pero esos logros no habían sido acompañados por un desarrollo equivalente en madurez intelectual, ética o cultural.

En La rebelión de las masas, Ortega acuña el concepto de "hombre-masa", no como insulto, sino como diagnóstico. Describe a quien vive en un entorno de confort, tecnologías y derechos, pero sin preguntarse de dónde proviene ese entorno, ni qué se necesita para sostenerlo. El "hombre-masa" no es necesariamente ignorante en términos de conocimientos técnicos, sino en términos de juicio, de criterio, de responsabilidad. Dispone de herramientas que no ha construido y las usa sin esfuerzo ni comprensión, convencido de que su mera existencia ya lo justifica todo.



Diagnóstico contemporáneo

Hoy, esa crítica se agudiza. La mayoría de personas vive rodeada de comodidades, conectada a un flujo constante de información, pero sin las herramientas intelectuales para procesarla críticamente. La abundancia de datos no genera pensamiento, sino dispersión. Nunca hubo más acceso a fuentes diversas, y sin embargo se vive repitiendo titulares, frases hechas, narrativas simplificadas, y mentiras convertidas en dogmas colectivos.

La facilidad de acceso no ha generado conciencia. Al contrario: ha facilitado la creencia ingenua en lo primero que se dice, en lo que más se comparte, en lo que confirma el sesgo personal. Muchas personas creen lo que desean creer, no porque lo hayan comprobado, sino porque encaja con su comodidad emocional. Cotejar, investigar, matizar… resulta molesto. Así, el sujeto se convierte en un reproductor automático de consignas, muchas veces falsas o manipuladas, y renuncia sin saberlo a su capacidad más valiosa: pensar por sí mismo.

Esto es exactamente lo que Ortega advertía: un individuo que vive en una cultura heredada, que disfruta de sus frutos, pero que no se esfuerza en comprender ni defender las raíces de lo que recibe. La ignorancia, en este contexto, no es ausencia de información. Es desprecio por el esfuerzo de razonar, por el trabajo de leer con criterio, por el hábito de confrontar opiniones sin quedarse en la consigna fácil.

El resultado es una ciudadanía débil, fácilmente manipulable, satisfecha con su lugar en la cadena de consumo y validación social. El lenguaje se degrada, la política se vacía de contenido real, y la vida pública se llena de indignaciones fugaces y discursos que nadie revisa a fondo. No hay pensamiento crítico sin voluntad de incomodarse. Y la falta de esa voluntad nos vuelve cómplices de todo aquello que decimos rechazar.



  • ¿Qué parte de lo que crees has contrastado realmente con fuentes fiables?
  • ¿Estás dispuesto a sostener una idea incluso si no te da aprobación inmediata?
  • ¿Qué estás haciendo para no convertirte en simple repetidor de lo que otros piensan por ti?


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Pensar exige más esfuerzo que repetir, y por eso tan pocos lo hacen.

— BlogHackeaTuMente

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