Erich Fromm y el poder de cambiar: cómo dejar atrás el pasado y reconstruirte


Erich Fromm: la libertad de renacer más allá del pasado

Erich Fromm fue uno de los pensadores más profundos y humanos del siglo XX. Psicólogo, psicoanalista, sociólogo y filósofo, nació en Frankfurt en 1900 y dedicó su vida a comprender el alma humana en un mundo cada vez más alienado. Desde muy joven se sintió atrapado entre dos mundos: la tradición religiosa de su familia judía ortodoxa y el pensamiento crítico del racionalismo moderno. Esa tensión fue el germen de una obra que giró siempre en torno a una idea central: la libertad de ser uno mismo, incluso contra el peso de la historia personal y social.

Después de estudiar sociología y psicoanálisis en Alemania, Fromm se exilió en Estados Unidos escapando del nazismo, y desde allí escribió sus obras más influyentes. Su pensamiento une el psicoanálisis freudiano con el humanismo existencial, la ética, el marxismo y la mística oriental, todo bajo una mirada profundamente crítica hacia la sociedad de consumo, el conformismo y la renuncia a la responsabilidad individual.



 Filosofía de Fromm: elegir quién eres, no quién fuiste

A diferencia de otros psicoanalistas que veían al ser humano como prisionero de sus traumas infantiles o de pulsiones inconscientes, Fromm defendía que cada persona tiene la capacidad de reconstruirse a partir de sus decisiones conscientes. Aunque reconocía el peso del pasado, afirmaba que la libertad no es una ilusión: es una conquista diaria.

Para Fromm, estamos llamados a convertirnos en individuos auténticos, no definidos por los moldes sociales ni por nuestros errores. La clave está en dejar de “huir de la libertad”, como tituló una de sus obras más conocidas, y aceptar la angustia que conlleva ser verdaderamente libre. Solo entonces podemos liberarnos de la repetición inconsciente y nacer a una vida elegida.



Obra clave: El miedo a la libertad (1941)

En esta obra fundamental, Erich Fromm analiza el fenómeno de la libertad desde una perspectiva psicológica y existencial. Parte de una observación inquietante: aunque los seres humanos han luchado por siglos para ser libres, cuando finalmente alcanzan esa libertad, muchas veces sienten un miedo profundo y prefieren volver a la sumisión.

¿Por qué sucede esto? Fromm explica que la libertad no es simplemente “hacer lo que uno quiere”, sino enfrentarse al abismo de tener que construir una vida sin guías externas, sin garantías, sin excusas. Y eso da miedo.

Aquí es donde conecta con tu pregunta de fondo: ¿podemos dejar atrás lo que fuimos y convertirnos en algo nuevo, aunque nos duela mirar atrás? Para Fromm, la respuesta es un sí rotundo, pero con una condición: asumir la libertad con responsabilidad, y no usar el pasado como refugio o excusa.

Fromm distingue dos caminos:

  • La huida de la libertad, que nos lleva a someternos a normas, ideologías, grupos, o repetir patrones porque “así somos”.
  • La conquista de la libertad positiva, que implica asumir que somos autores de nuestra vida y podemos elegir, incluso si antes fuimos algo distinto.

Esta idea se expresa con claridad cuando dice:

“El hombre puede ser libre y al mismo tiempo no sentirse aislado, si acepta su libertad y se une al mundo por medio del amor, el trabajo creador y la responsabilidad.”
“El hombre puede transformarse a sí mismo; puede aprender, puede desarrollarse, puede elegir una vida diferente.”

Esta frase expresa una verdad poderosa: el ser humano no es un producto terminado. No está fijado por su pasado ni encerrado en una versión anterior de sí. La clave está en que la transformación no depende de factores externos, sino de una elección activa y sostenida. Aprender y desarrollarse no son accidentes, sino actos voluntarios. La frase subraya que el cambio no es una traición a lo que fuimos, sino una afirmación de nuestra capacidad de crecer más allá de lo que creíamos posible.



Cambiar no es traicionarte

A veces creemos que cambiar es como rendirse. Que si un día dijimos algo, si un día fuimos de cierta manera, tenemos que mantenerlo para siempre. Como si hubiese un contrato invisible que nos obliga a seguir fieles a una versión pasada de nosotros mismos. Pero la verdad es que esa idea pesa más de lo que ayuda.

Cambiar no es inconsistencia. Es madurez. Es tener el coraje de escuchar quién eres hoy, no solo quién fuiste.

Piensa en algo tan simple como cuando alguien dice: “a mí no me gusta la cebolla”. Y lo repite con seguridad, como si fuera una verdad grabada en piedra. Pero si preguntas por qué, muchas veces la respuesta es que la probó de pequeño, una vez, y no le gustó. Y ya está. Esa pequeña experiencia de un niño se convierte en una decisión que arrastra durante décadas, sin revisar.

¿Y si ya no es así? ¿Y si ahora sí le gusta, pero no se ha dado la oportunidad de volver a probar?

Con muchas cosas pasa igual. Seguimos diciéndonos frases que ya no nos pertenecen. Nos quedamos atados a ideas, a miedos, a formas de actuar que quizás ya no encajan con lo que sentimos hoy. Y eso nos limita. Nos frena.

No tenemos la obligación de seguir repitiendo los pensamientos de nuestra infancia, ni las creencias que formamos en un momento de dolor, ni los hábitos que nacieron del miedo. Tenemos derecho a reconstruirnos. A probar la cebolla de nuevo. A probarnos de nuevo.

Ser adulto también es eso: darse permiso para cambiar de opinión, de rumbo, de forma de ver el mundo. Y no por capricho, sino por coherencia con uno mismo.

Si hace tiempo que no revisas lo que piensas sobre ti, quizás sea hora. Tal vez muchas de las ideas que repites ya no te sirven. Tal vez han caducado.

Y tú no estás aquí para quedarte igual.



Responde a la encuesta:

Pautas para identificar lo que deseas cambiar y dejar de vivir anclado al pasado:

  1. Haz una revisión sincera de tus ideas fijas: Pregúntate: ¿Desde cuándo pienso esto? ¿Quién era yo cuando tomé esta decisión? ¿Aún me representa?
  2. Detecta frases que usas como anclas: Ejemplos: “yo soy así”, “eso no es para mí”, “ya es tarde”, “siempre fui malo para eso”.
  3. Observa tus hábitos sin justificarte: ¿Eso que haces cada día te acerca o te aleja de lo que hoy deseas?
  4. Escribe qué sí quieres ahora, sin filtros: No te preguntes si es realista. Solo qué deseas hoy.
  5. Abandona el deber ser heredado: Cuestiona las metas que no son tuyas.
  6. Permítete nuevas experiencias pequeñas: Prueba cosas que "no eran para ti".
  7. Escucha el cuerpo, no solo la mente: Lo que te da paz o energía es una pista.
  8. Rodéate de personas que acepten tu cambio: Busca quienes te den espacio para crecer.
  9. No expliques tu cambio a todo el mundo: Cambiar es tu derecho, no tu obligación de explicar.
  10. Celebrar cada paso, aunque sea mínimo: La transformación es acumulativa.


Canal en Telegram | Estadísticas del canal


Las ideas no sirven de nada si no se llevan a la práctica. – BlogHackeaTuMente

Entradas populares de este blog

El experimento mental más intenso: presionar el botón o vivir con la duda

¿Vale la pena pensar libremente? Freud y el precio de la conciencia moderna