Bertrand Russell y la ignorancia confiada: la frase que desnuda el mundo moderno
“El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas.” — Bertrand Russell, The Triumph of Stupidity (1933)
Bertrand Russell fue un filósofo, matemático y ensayista británico del siglo XX, nacido en 1872 y fallecido en 1970. Vivió dos guerras mundiales, el auge del fascismo y del comunismo, y fue testigo directo de los grandes cambios sociales, científicos y políticos del mundo moderno. Fue una de las voces más activas del pensamiento crítico del siglo pasado.
Su corriente filosófica principal fue el racionalismo analítico, una forma de filosofía que buscaba claridad conceptual y rigor lógico. Fue una de las figuras fundacionales de la filosofía analítica junto a Gottlob Frege y Ludwig Wittgenstein. Aunque era un lógico riguroso, no se limitó a la academia: también se implicó en cuestiones morales, sociales y políticas.
Se inspiró intelectualmente en pensadores como John Stuart Mill, por su defensa de la libertad individual, y en los matemáticos y lógicos como Leibniz y Frege, por su búsqueda de una base lógica para las matemáticas. Sin embargo, Russell fue también una figura original que influyó directamente en generaciones posteriores de filósofos, pacifistas, activistas y científicos.
Dijo esa frase en un contexto histórico marcado por el ascenso del nazismo y el fascismo en Europa. En su ensayo The Triumph of Stupidity, reflexiona sobre cómo los fanáticos sin pensamiento crítico ganaban poder, mientras que los más reflexivos dudaban de sí mismos y callaban. No lo escribió con sarcasmo, sino con alarma: veía que el mundo premiaba la certeza hueca y castigaba la reflexión honesta.
Es preocupante porque señala un desequilibrio profundo en las dinámicas sociales y políticas: cuando la seguridad sin fundamento triunfa sobre el pensamiento crítico, las decisiones colectivas se tornan peligrosas. Russell alertaba de un mundo donde la ignorancia confiada podía arrastrar a masas hacia el desastre.
Hoy en día, su advertencia es más vigente que nunca. En una era de desinformación, redes sociales y algoritmos que amplifican la opinión más ruidosa, muchos se sienten con derecho a influir sin tener una mínima base de comprensión. La duda razonable, que debería ser virtud, ha sido marginada. Russell no hablaba solo de su tiempo; hablaba también del nuestro.
Vivimos tiempos en los que la seguridad con la que alguien habla pesa más que el valor real de sus ideas. La frase de Bertrand Russell no solo es una advertencia filosófica, sino casi una radiografía emocional de lo que nos rodea hoy. Basta con mirar a nuestro alrededor para notar que muchas de las personas que ocupan posiciones de liderazgo —ya sea en la política, los medios, las grandes empresas o incluso en la opinión pública digital— no están ahí por su preparación, por su profundidad de pensamiento ni por su vocación al servicio, sino por su capacidad para proyectar una imagen de autoridad vacía, repetitiva y sin cuestionamientos.
Es inquietante ver cómo la influencia está tan mal distribuida. Las estructuras de poder actuales no premian la sabiduría ni la prudencia, sino la certeza rotunda, la arrogancia disfrazada de convicción y la ambición disfrazada de carisma. Se valora más la visibilidad que el conocimiento. Lo superficial eclipsa a lo profundo. Lo viral reemplaza a lo verdadero. Mientras tanto, personas que han dedicado su vida a comprender el mundo, a educarse, a mejorar el pensamiento colectivo o a trabajar con honestidad desde el anonimato, quedan relegadas a puestos menores, con poca capacidad de decisión y una voz que apenas se escucha. Y esto no sucede por azar: sucede porque el sistema está diseñado para sostenerse en la obediencia, no en la reflexión.
Las élites actuales parecen cada vez menos interesadas en el bien común y más obsesionadas con mantener su posición de privilegio. En lugar de liderar con sabiduría, buscan controlar con propaganda. En lugar de inspirar con ideas, consolidan su poder repitiendo fórmulas vacías, apelando al miedo, a la distracción o a la polarización constante. Y lo peor es que, al hacerlo, arrastran a millones detrás. Porque como decía Russell, los que piensan de verdad tienden a dudar, y en un mundo que castiga la duda, la ignorancia camina con paso firme.
Esto nos deja en una situación profundamente frustrante: los más capaces a menudo están paralizados por su conciencia, por su sentido ético, por una humildad que no es debilidad sino señal de inteligencia. Y eso los vuelve invisibles en una sociedad que premia el ruido por encima de la verdad. La consecuencia de todo esto no es solo cultural; es política, económica, emocional. Estamos gobernados, muchas veces, no por los mejores, sino por los más cómodos con la idea de dominar sin comprender.
Y si esto no nos parece preocupante, quizá ya estemos demasiado adormecidos como para notar hacia dónde nos están llevando. La frase de Russell es un grito que aún no ha sido escuchado con la urgencia que merece. Ojalá no lo comprendamos del todo demasiado tarde.
¿Quiénes toman hoy las decisiones que afectan nuestras vidas realmente entienden lo que hacen o solo repiten lo que les conviene?
¿Cuántas personas sabias han sido apartadas simplemente por no encajar en los moldes de poder?
¿Y qué pasaría si los que dudan empezaran a hablar tan alto como los que siempre creen tener razón?
Únete al canal oficial de Telegram:
https://t.me/hackeaTuMente_oficial
https://tgstat.com/channel/@hackeaTuMente_oficial
- Alejandra Pizarnik y el arte de alejarse para vivir
- John Stuart Mill y la amenaza de la opinión dominante
- Sé implacable con lo que no importa – Ryan Holiday
HackeaTuMente – Piensa. Resiste. Trasciende.
Comentarios
Publicar un comentario