John Stuart Mill y la amenaza de la opinión popular: pensar libremente en tiempos de presión social
“El progreso intelectual se ve amenazado cuando la opinión popular se impone como autoridad.”— John Stuart Mill, Sobre la libertad (1859)
John Stuart Mill fue un filósofo, economista y político británico del siglo XIX (1806–1873), una de las figuras más influyentes del pensamiento liberal moderno. Su pensamiento se caracterizó por la defensa de las libertades individuales, el utilitarismo ético (influido por Jeremy Bentham) y el avance progresivo de las sociedades mediante la razón, la educación y el debate abierto. Fue un firme defensor de los derechos de las mujeres, la libertad de expresión y el pensamiento crítico como pilares de una sociedad libre.
La frase “El progreso intelectual se ve amenazado cuando la opinión popular se impone como autoridad” resume una de sus preocupaciones centrales, desarrollada en su obra “Sobre la libertad” (On Liberty, 1859). Mill advertía no solo sobre el autoritarismo estatal, sino también sobre el “despotismo de la opinión pública”: el poder de las mayorías para censurar o marginar el pensamiento minoritario, simplemente por resultar incómodo o contrario a las creencias dominantes.
Para Mill, incluso las ideas erróneas deben poder expresarse, porque es en el contraste entre opiniones donde se fortalece la verdad y se depuran los errores. No hay avance sin disenso, ni libertad real si las personas no pueden expresar ideas contrarias al consenso general. Su crítica iba dirigida tanto a los gobiernos autoritarios como a las sociedades democráticas que castigan socialmente a quienes no se alinean con lo políticamente aceptable.
Esta idea sigue siendo profundamente vigente. Hoy, la imposición de una opinión colectiva no se ejerce solo desde el poder, sino desde la sociedad misma. Las redes sociales amplifican la presión del juicio constante, la corrección agresiva o la exclusión social. Muchas personas prefieren callar por temor al rechazo o la cancelación, y el pensamiento independiente se ve desplazado por la necesidad de pertenencia. La censura ya no requiere un censor oficial: la ejecutan ciudadanos comunes, incluso familiares o amigos, motivados por la necesidad de agradar, encajar o evitar el aislamiento.
En este ambiente, la ideología deja de ser una construcción racional y pasa a convertirse en un reflejo condicionado. La manipulación no necesita imponerse con violencia. Lo hace mediante narrativas repetidas, emocionalmente dirigidas, simplificadas hasta el punto de evitar la reflexión. El lenguaje se adapta: se endurecen o suavizan términos según convenga, y cualquier discrepancia se presenta como amenaza en lugar de aporte. En vez de diversidad intelectual, lo que se genera es una homogeneización del discurso. Ya no se piensa: se reacciona.
No es un fenómeno nuevo. A lo largo de la historia, hemos visto cómo el miedo a la disidencia ha alimentado la obediencia. Sócrates fue condenado por cuestionar ideas aceptadas y "corromper" a la juventud. En la Revolución Cultural de China, millones fueron denunciados por vecinos por no repetir las consignas oficiales. En la URSS, no seguir la línea del partido era sinónimo de traición.
En todos estos casos, el silencio de los pensadores y el entusiasmo de los obedientes fueron herramientas eficaces del control. Hoy, los métodos son más sutiles, pero el riesgo sigue siendo el mismo: que el pensamiento deje de ser un ejercicio personal y se convierta en un acto reflejo condicionado por la aprobación externa.
La frase de Mill, escrita hace más de siglo y medio, no es una advertencia obsoleta. Es una guía urgente. Pensar con claridad en medio del ruido. Sostener una idea propia sin necesidad de imponérsela a nadie muestra fortaleza interior. No todo pensamiento merece el mismo espacio, pero toda persona debe tener derecho a expresarlo. Cuando alguien habla solo para silenciar, no se comunica: se impone. Frente a eso, mantenerse firme no es confrontar, es ser coherente.
La libertad de pensar no se entrega al que grita más fuerte. Se construye con criterio, escucha y claridad. Se puede convivir con diferencias sin someterse al que no deja espacio. Marcar límites también es equilibrio. Es un gesto que nos protege. Hay formas de vivir que inspiran y otras que solo buscan dominar. La primera merece respeto; la segunda, distancia.
Pensar por cuenta propia no aísla. Reúne a quienes también eligen caminar con conciencia. Desde esa postura, firme y serena, se abre paso a algo más valioso que la aceptación automática: la autenticidad compartida. Y ahí empieza la diferencia que realmente vale la pena.
Todo cambio colectivo empieza por una conciencia individual que decide no seguir dormida.
No se transforma una sociedad esperando que otro hable, que otro actúe, que otro piense. Se transforma cuando cada persona se detiene a observar su papel, por pequeño que parezca, en el sistema que dice rechazar. Porque lo que criticamos afuera suele tener raíces adentro: en nuestras renuncias, nuestros silencios, nuestras comodidades.
La cultura de la obediencia no sobrevive por las grandes dictaduras, sino por los pequeños gestos cotidianos de conformismo. Cada vez que alguien calla lo que piensa por miedo a incomodar, cada vez que repite una consigna sin haberla cuestionado, cada vez que cede por no discutir... se fortalece la estructura que después condenamos como injusta.
No es solo un problema “de los demás”. No basta con señalar a quienes tienen poder si no revisamos lo que hacemos con el nuestro, por mínimo que sea. La suma de las elecciones personales —en cómo hablamos, a quién escuchamos, qué toleramos, qué compartimos, cómo respondemos— moldea el mundo que habitamos.
Pensar con lucidez no es un lujo, es una responsabilidad. Porque todo lo que evitamos pensar, otros lo piensan por nosotros. Y todo lo que dejamos pasar, se vuelve costumbre.
¿Hasta qué punto vale la pena callar para no incomodar?
¿Cuánta energía estás invirtiendo en adaptarte a pensamientos que no te representan?
¿Y qué cambiaría si empezaras a sostener tu criterio con la misma tranquilidad con la que defiendes lo que amas?
Únete al canal oficial de Telegram:
https://t.me/hackeaTuMente_oficial
https://tgstat.com/channel/@hackeaTuMente_oficial
- Sé implacable con lo que no importa – Ryan Holiday
- Bertrand Russell y la ignorancia confiada del poder
- Alejandra Pizarnik y el arte de alejarse para vivir
HackeaTuMente – Piensa. Resiste. Trasciende.