¿Por qué cambiar de opinión es signo de inteligencia? Así lo explicaba Kant

Frase de Immanuel Kant sobre el sabio que cambia de opinión y el necio que nunca lo hace

"Solo el que está dispuesto a cambiar cuando se equivoca puede llegar a ser verdaderamente sabio." – Immanuel Kant


Immanuel Kant (1724–1804) fue uno de los pensadores más influyentes de la filosofía occidental, y una figura clave del pensamiento ilustrado. Esta frase refleja una de sus convicciones más profundas: la sabiduría no se alcanza aferrándose a
las propias ideas, sino teniendo el valor de cuestionarlas. En una época marcada por la razón, Kant no proponía un dogma cerrado, sino una forma de pensar que incluye la revisión constante de nuestras creencias. El contexto en el que Kant escribe este tipo de afirmaciones es el de una Europa que comenzaba a romper con el pensamiento religioso tradicional y buscaba nuevas formas de comprender el mundo a través de la razón, la libertad y la autonomía del individuo. En ese marco, defender el derecho (y el deber) de cambiar de opinión no solo era revolucionario, sino profundamente liberador.

Esta frase tiene un principio poderoso: la verdadera sabiduría no nace de la rigidez, sino de la capacidad de adaptación. No se trata de ser voluble, sino de reconocer que toda comprensión es limitada, y que el pensamiento verdaderamente libre se construye desde la duda, no desde la certeza. Es un mensaje profundamente actual, en un mundo donde cada vez más se valora tener razón por encima de buscar la verdad. Kant nos invita a cultivar la humildad intelectual como una virtud esencial. Cambiar de opinión no es rendirse: es crecer.

Más allá del análisis filosófico, esta frase me toca como recordatorio personal. Me ha pasado muchas veces: estar aferrado a una idea solo por orgullo, seguir defendiéndola cuando en el fondo ya sabía que estaba equivocada. Y lo curioso es que cambiar no solo libera, también fortalece. Nos hace más honestos con nosotros mismos y con los demás. Reconocer que uno se ha equivocado no debilita, al contrario, construye carácter. El orgullo te encierra en un personaje; la humildad te abre al aprendizaje.

Aplicarlo en la vida diaria no significa estar cambiando de opinión cada cinco minutos, sino cultivar una actitud crítica, abierta, dispuesta a escuchar. Puede ser tan simple como aceptar una nueva perspectiva en una discusión, reconocer que juzgaste mal a alguien, o atreverte a reformular una meta personal porque ya no te representa. Saber cambiar es saber avanzar. Y eso, en estos tiempos de ego inflado y polarización, es un acto revolucionario.

Defender una postura equivocada en una discusión importante

Estás discutiendo con alguien cercano: tu pareja, un amigo, un hermano. El tema es delicado. Tal vez se trata de una decisión familiar, una interpretación de un hecho, o algo que hiciste que al otro le dolió.

Desde el principio, sientes que tienes razón. Tienes argumentos, los expresas, los defiendes. Pero mientras la conversación avanza, empiezas a notar algo incómodo: el otro tiene razón en parte. Hay detalles que no habías visto. Tu reacción fue exagerada. Tu juicio fue apresurado.

Pero ahí estás, atrapado en tu orgullo. No quieres retroceder. Ya dijiste lo que dijiste. Y ahora, cambiar sería “darle la razón al otro” o “quedar mal”.

Y sin embargo, algo en ti sabe que lo correcto sería decir:
-“Es verdad, me equivoqué en esto. Gracias por hacérmelo ver.”

Cuando finalmente lo haces (si te atreves), algo cambia. La tensión baja. La conversación se vuelve más humana. Y tú, lejos de perder respeto, lo ganas. Porque quien sabe corregirse, sabe crecer.


   ¿Qué pasó?

  • Durante la discusión, la rigidez mental bloqueaba la sabiduría.

  • Al reconocer el error y cambiar postura, apareció la claridad, la verdad, la conexión.

Ese es el tipo de sabiduría que Kant valora: no tener siempre la razón, sino saber cuándo es momento de dejar de defender el ego y abrirse al aprendizaje.


Técnica práctica: Cómo corregirte sin perder fuerza

1. Haz una pausa. Pregúntate: ¿estoy defendiendo una idea o solo mi orgullo?  

2. Escucha para entender, no para responder.  

3. Si notas que estabas equivocado, dilo sin miedo: “Tienes razón en eso, no lo había visto así.”  

4. Corrige, aprende y sigue. No es rendirse, es madurar.  

5. Recuérdalo: cambiar de opinión no es fallar, es pensar mejor.

 Corregirse no te debilita. Te libera.


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